Ortega gravita entre la predisposición de un
destino y lo que a su modo de ver constituye el
existencialismo. Una vez que cae en la cuenta de
los preceptos que lo jalonan entre el deber ser y
la libertad del ser, se abre camino a través de una
serie de sucesos que en un lapso muy corto le
llevan a concluir que el principio y fin del
mundo es a partir de LA MUJER.
El hombre a fin de cuentas no hace otra cosa que
intentar regresar al vientre, a ese lugar en el que
todo fue la suma del reposo y la garantía de la
seguridad. Todos, sin excepción, desean
repatriarse, introducirse para librarse de la
crueldad que representa el exterior.
Anda, cuestiona y encuentra que su camino solo
le lleva a un lugar, a una mujer. Aurelia es quien
representa el espacio seguro en el que se pueden
apaciguar todos las amenazas del mundo. Es ella,
en conclusión, sobre quien se puede abandonar
para construir su "libertad".