Sí. Juguemos. Juguemos como jugamos los adultos, no
como juegan los niños. Juguemos a este juego sucio que
jugamos diariamente en nuestros encuentros.
Pero que no sea un juego donde nos ocultemos.
Este será un juego en el bosque social en que nos
movemos naturalmente donde la ambigüedad
es la característica básica.
Esta ambigüedad señalada por el "todo vale".
Nunca sabremos si este juego es verdadero o es un camino
metafórico para llegar a una verdad que nunca aparecerá.
Nunca sabremos si esta obra es una comedia o una tragedia,
porque las características de una y de otra se irán alternando.
Nunca sabremos si la comunicación está presente, si los
personajes se aman, se odian, se aceptan o se rechazan.
¿Cómo estaremos seguros de que la acción no surge de la memoria de un único personaje?
¿Cómo estaremos seguros de que los tiempos no se superponen?