<p>Este poemario existe por dos causas distintas pero entrelazadas. La primera es que,<br />
como todo aquel que escribe poesía, he leído muchos poemas en mi vida. Es natural<br />
que, de tanto leer a Neruda y Benedetti y Machado y tantos otros, vivos y muertos,<br />
quiera uno ensayar algo de todo eso. Así que cuando me puse a escribir utilicé las formas<br />
que conocía y que de un modo u otro me resultaban especialmente interesantes: el<br />
espacio expresivo del verso libre, la estética minimalista del haikú, la sonoridad rítmica<br />
del soneto y así sucesivamente.</p><p><br />
El poemario es un reflejo de la vida de trotamundos improvisado que me ha tocado<br />
vivir. Tal vez por ello me he vuelto muy consciente de lo esencial que es la savia que<br />
sube por las raíces, lo complejo que resulta navegar las correntadas del mundo moderno<br />
y lo sobrecogedor que es buscar la trascendencia de la eternidad. Me gusta pensar que<br />
en este crisol de pasado, presente y futuro que somos existe una chispa divina que escapa<br />
todo entendimiento. Estos poemas son, entonces, unos torpes intentos por expresar<br />
distintos aspectos de eso que no se logra decir pero que todos intuimos.</p><p>Este mundo, que es el único que conocemos, tiene sus luces y sus sombras. Espero que<br />
el tiempo que cada lector le dedique a leer las páginas que siguen sea más de luz que<br />
de sombra.</p><p> </p>